Salpicados por el efecto de las declaraciones de Guardiola, en ayuda del inminente embargo al expresidente Laporta, el Barça jugó en Bielorrusia, y el largo viaje le sirvió a Sandro Rosell para actuar. Trató de tapar fisuras y aclarar malentendidos con el entrenador. Pep habló durante el vuelo con el presidente del Barça y esa conversación tuvo inmediatas consecuencias. Primero, forzó a que el técnico quisiera aclarar, en una rueda de prensa larguísima, sus argumentos sobre el golpe de mano a Laporta. Segundo, le tendió, de manera pública, la mano al dolido presidente Rosell, gesto que salvaguardaba así su cuestionada unidad. Y, por último, casualidad o no -- sitúan a la actual junta detrás del socio que puso la demanda contra Laporta y sus directivos--, ayer fue presentada una petición de aplazamiento del embargo. Paz momentánea, pues, para apagar la mecha encendida sin querer por el entrenador.
El rencor entre Rosell y Laporta no va a desaparecer del entorno, pero el equipo siempre ha sabido estar por encima. Y lo demostró nuevamente en Minsk. Preservar al vestuario de los conflictos externos deberá seguir siendo una prioridad para Guardiola. Desde Madrid son muy bien recibidos los incidentes que estimulan la crispación y divisiones en su rival, sobre todo, para cercenar la fortaleza anímica con la que el Barça va superando toda adversidad. De momento, no sufre despistes. Y el que más concentrado está siempre es Leo Messi, que volvió a marcar y ya acumula 194 goles como blaugrana, los mismos que Kubala. Un logro espectacular, y con sólo 24 años.
Publicado en Diario Público 29-09-2011
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