Las pequeñas derrotas, como la de Getafe, también dignifican al campeón. Cayó por falta de inspiración y, por infortunio, pero sin perder jamás el respeto al rival, lo que más ensalza la figura de su entrenador. De Guardiola hay que aprender el modo en que hace crecer a su equipo, incluso en los peores momentos. Cuando el Barça exhibió su lado de más grandeza en Milán, avisó de la necesidad de ser humilde y puso, como ejemplo, los esfuerzos a que obligaban partidos como el de Getafe, el de ayer frente al Rayo o el que deberá jugar contra el Levante. Es el camino del entrenador del Barça para calmar los ánimos y no perder la perspectiva tras los éxitos.
El Barça se sobrepuso a todas las dificultades, y en un extraño e injustificado ambiente de nervios en el entorno, recuperó las sensaciones perdidas, algo que necesitaba mucho. Esta vez la calidad individual salvó un partido que comenzó torcido, por el atrevido planteamiento del Rayo, que no esperó al Barça en su área, sino que le fue a buscar a la suya. Un sistema que hará seguidores, por cómo le incomodó al Barça la presión al hombre. Al equipo de Guardiola le sacó del agujero esta vez la inesperada irrupción de Alexis. El chileno, tras salir de una lesión y necesitado de ánimo supo reinvindicarse con potencia, habilidad, fuerza y oportunismo, las cualidades por las que se le fichó.
Con 34 goles a favor y ninguno en contra en el Camp Nou, partidos como el de ayer son valiosos para recuperar en el Barça la serenidad. No hay razón alguna para dudar de este equipo, capaz de saltar cualquier obstáculo, incluso la distancia que ahora le lleva el Madrid.
Publicado en Diario Público 30-11-2011