Pese a la inclemencia de la lluvia, el torneo Godó
de tenis ha vuelto a poner a Rafa Nadal en el centro de la atención. Tras una
larga lesión de siete meses, el
mallorquín ha irrumpido de nuevo al primer plano con su facilidad para dominar,
con consistencia y seguridad, el juego en la tierra batida. Tiene muy pocos rivales que le hagan sombra.
La suerte del Godó es tener cada año a Nadal como reclamo, porque está
garantizada la pasión en las gradas y el seguimiento masivo de los niños. Es un
ejemplo de motivación y exigencia, pero su dominio incontestable genera también
un problema. Salvo su rivalidad con Djokovic, que le ganó en Montecarlo, Rafa
gana con demasiada facilidad.
Nadal
tiene en la paciencia, en el control mental en la pista, el mayor de sus
secretos. En el tenis sobre arcilla, la elaboración del
punto siguiendo una estrategia es uno de los aspectos clave. Quien se acelera,
o no controla la ansiedad de los puntos largos, como les ocurre a los ‘pegadores’,
acaba al final por perder el punto. Nadal desgasta tanto a sus rivales que los
aplaca por desgaste. Si tiene que
golpear la bola 20 veces, lo hace 20 veces, no 19. Si para encontrar la ocasión
propicia tiene que prolongar el peloteo a 10 golpes, a 12 o a 15, lo prolonga. El secreto está en la elección del golpe
ganador. Hay momentos en que aparece la ocasión de conectar el ‘winner’, pero
tiene el 70% de probabilidades de que salga bien. La clave es esperar otros 5
golpes y entonces las probabilidades aumentan al 85%. Hay que estar alerta,
ser paciente, no precipitarse. Lo más difícil del tenis y lo que Rafa hace a la
perfección.
Lo ha vuelto a demostrar esta semana en Barcelona,
y en esa fortaleza no hay nadie que le supere. Incluso Ferrer, un gladiador en
las pistas, ha claudicado esta vez, al no llegar con una buena preparación
mental al torneo. Nadal se ha ido quedando solo, y otra vez su regularidad y su
capacidad de exigencia han sido la salvación del torneo. Es un lujo contar con
él, por cómo se exige a sí mismo en cada partido y por cómo domina las técnicas
de concentración. Y estar concentrado significa hacer en todo momento en la
pista el plan de juego previsto, no cambiarlo nunca. Significa disciplina, capacidad de contención cuando surge la
tentación de jugarte el punto, tener la impaciencia o la frustración
bajo control. Y esa es el arma desequilibrante con la que casi siempre Rafa impone
su ley.
Publicado en www.diariogol.com