Vilanova quiere construir su marca personal en el Barça, y es bien lícito que lo haga. Está intentando dejar atrás el pasado, huye de las ideas prefijadas y hasta prescinde de cualquier aprobación de los ‘lobbies’ periodísticos. Tito destaca por su confianza, por tener las ideas claras e imponer sentido común a la mayoría de sus decisiones. Su fórmula sólo persigue crear nuevas alternativas para que el Barça pueda seguir ganando y, aunque los retoques exigen tiempo, lo está consiguiendo gracias a la mentalización de sus jugadores y el respeto que le tienen.
Paradigma de esa revolución ha sido Cesc, la gran aportación de Vilanova para evolucionar el juego de ataque. Hasta que el delantero de Arenys no ha logrado adornar sus grandes condiciones con la rotundidad de los goles, Cesc ha sido duramente incomprendido en el Camp Nou. Cierto estado de opinión le censura la anarquía e improvisación de su estilo de juego, que rompe con el juego de posición mecanizado por Guardiola. Hasta que la realidad, cruda y sencilla, se ha impuesto con argumentos: Cesc ha hecho mucho mejor a Messi. Y eso lo sabía Tito Vilanova, el primer entrenador que los alineó juntos como cadetes y que conocía el ilimitado potencial de reunirlos en una nueva variante de ataque.
La evolución del Barça incide en aumentar la verticalidad sin perder el control. Y en eso está hoy Vilanova, que por el camino –por los 11 goles en contra y el percance de las lesiones- ya está descubriendo el complejo entorno del Barça. Uno diría, por la incomodidad con que ya afronta algunas ruedas de prensa, que no le está sentando nada bien que a los irreprochables números del Barça se le estén buscando permanentemente los puntos negros. Igual se le cuestiona la alineación de Cesc como falso nueve, que los fallos de Valdés, el fichaje de Song o que haya tardado en hacer debutar al joven Bartra en un momento de tantas lesiones fortuitas.
Por resultados, efectividad y ambición de la plantilla es injusto que, pese a mantener la jerarquía y seguir compitiendo bien, a Tito le persiga el permanente recuerdo de Guardiola. Lo sorprendente, a la vista de su discreta personalidad, es que el nuevo entrenador encaje todos los desafíos. Si el carácter de los entrenadores se mide por sus decisiones, la valentía de Tito habla muy bien de su seguridad. Se siente cómodo a contracorriente. Y sabe que, sin ignorar la fuerza de la prensa, sólo necesita a los jugadores, que los tiene de su lado.
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