Sandro Rosell ha podido presumir esta
semana en Nueva York del buen momento
deportivo e institucional que vive el
Barça. Menos con Pep Guardiola – un
reencuentro
muy esperado que no se produjo por la premeditada ‘huida’
a Chicago del
exentrenador del club--, Rosell ha podido
rentabilizar todos
sus actos previstos, entre ellos las relaciones de
patrocinio con Unicef y hasta una
minientrevista con Bill Gates , para abonar
la dimensión mundial de la entidad como
modelo de gestión. Los éxitos
deportivos y el crecimiento de la ‘marca Barça’ son hoy
dos activos suculentos
para generar ingresos, justo lo que más necesita ahora
la directiva azulgrana
para enjugar una deuda que sigue siendo muy elevada (330
millones de euros),
convertida en todo un quebradero de cabeza para los
presupuestos de los
próximos años y los deseos de crecimiento.
Avalado por la unanimidad con la que la asamblea de compromisarios ha aprobado
las cuentas del club, Rosell disfruta de un momento de paz social insólito en
la reciente
historia del Barça. La oposición parece
desactivada y desaparecida. Con Ferran
Soriano emigrado a la
‘Premier’, Joan Laporta enfrascado en la política y en la necesidad
de un
acercamiento para frenar la acción de responsabilidad contra su gestión, y
Agustí
Benedito trabajando en la sombra, Rosell puede ejercer a
sus anchas, sin voces discordantes que fiscalicen sus pasos en falso. Y después de
prometer en las
elecciones máxima transparencia y democratización, el
presidente azulgrana no ha exhibido
rubor alguno para permitir el esperpento
que fue el acto de las preguntas de los
compromisarios. Con la intención de
impedir cualquier debate, fueron fijadas por la junta
al final de la asamblea,
en horario de partido y a toda prisa, en una sala semivacía.
¿A eso le llaman dar la voz al socio?
A nadie ha pasado desapercibido que el presidente del Barça, con una junta que le
sigue fiel hace y deshace ahora a su gusto, al
precio de traicionar incluso el
ideario de su campaña. No está siendo
transparente cuando le piden que aclare sus
negocios en Brasil, y elige
respuestas turbias y nada convincentes. Y sorprende, sobre
todo, que aquella
imagen moderada y apolítica que lució en las elecciones, para
recriminarle a Laporta su confeso independentismo, haya dejado paso a un Rosell intervencionista y apasionado. No ha dudado ahora el presidente en
posicionarse en
la festividad de la Diada –dice que a título personal— para lucir
su catalanismo sin
tapujos, calentando así, de manera intencionada, el Barça-Madrid.
En un clima de bonanza deportiva y extraña unidad, Rosell se está beneficiando del
viento a favor, pero incurre en pasos
en falso que dejan al descubierto sus dos
caras. Y es lo que ha
querido significar Guardiola, al declinar el encuentro y la foto de
Nueva York.
Publicado en www.diariogol.com
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