jueves, 21 de junio de 2012

El momento de Cesc


Enrarecidos por las dudas externas y las críticas a las alineaciones de Del Bosque, España se enfrenta a Francia sometida a la presión de tener que sentarse en el diván, para descubrir nuevamente la esencia y secreto de sus éxitos. La selección ha tenido momentos buenos, regulares y malos en sus tres primeros encuentros, pero los más radicales y duros con el seleccionador por sus elecciones en la Eurocopa no dan tregua ni tiempo. Y se ponen una venda en los ojos para olvidar ahora la historia de decepciones que marcaba a la selección antes de que Luis Aragonés, y luego Del Bosque, apostaran por un estilo de juego basado en la técnica, juego de posición, movilidad y capacidad de improvisación de los jugadores del Barça. Así cambió España y así, con el estilo de toque y posesión que  ha encumbrado a los azulgranas, también llegó la selección a lo más alto, en la Eurocopa 2008 y el Mundial 2010. Los éxitos deberían tener más peso, y esa falta de confianza que se detecta en el entorno está enojando mucho a Del Bosque, al que también se le han visto dudas en Gdansk.


  
Amante del equilibrio en sus equipos, siempre aferrado al doble pivote con Alonso y Busquets, el seleccionador es el primero que debería dar ahora un paso al frente, y apostar decididamente por reforzar la identidad y estilo de España que, como al Barça, le ha resultado más rentable. Hay una certeza, y es que los mejores minutos de España en Polonia han sido con Cesc Fábregas y Iniesta juntos en el campo, y el mayor número de jugadores del Barça asociándose. Para enfrentarse a una Francia también llena de problemas internos y descalificaciones, tras su inesperada derrota frente a Suecia, a la selección le es necesario, más que nunca, recobrar la seguridad y la confianza perdidas. Y pasa por reencontrar también la fluidez, el ritmo, la sincronización y el entendimiento en el campo, que serán más fáciles con Xavi volviendo a canalizar el juego, y sintiéndose reforzado por  Piqué, Busquets, Iniesta, Cesc y Pedro, sus socios en el Barça. Una vuelta a los orígenes, la columna vertebral con la que se triunfó.

Nunca España ha ganado a los franceses en competición oficial. De seis partidos en los grandes torneos, España ha perdido cinco y empatado uno (en la Eurocopa de 1996, en la fase de grupos). Es sólo la estadística, que está para romperla, pero no son los ‘bleus’ un rival para andar con dudas, y menos cuando todo el país empuja a Benzema y Ribéry para que den el máximo de una vez y lideren al equipo en el momento decisivo. Lo decía Iniesta, apelando al sentido común: “Que la gente esté tranquila, deben confiar en nosotros. La selección se ha ganado un respeto a base de partidos, victorias y el buen nivel de sus jugadores. Cuando ganas mucho, hay que saber que también es difícil superarse o mantenerse. Ese es nuestro reto”. Y el de Del Bosque también parece claro: volver a poner en el campo al grupo que más rinde y se hace respetar.

No ha estallado aún la gran España, y frente a Croacia, hubo fases de todo tipo. Momentos en los que la selección dominó y estuvo sólida, combinados con otros de vacilación y nerviosismo. No es fácil jugar cuando sabes que el empate vale, y el equipo lo acusó, pero faltó compenetración y clarividencia en el mediocampo, el habitual punto fuerte de los españoles. El reencuentro con la personalidad de la selección sólo llegó cuando Cesc –motivado y en forma tras su lesión-- entró en el campo. Fue con su juego dinámico, búsqueda de los espacios, capacidad de improvisación y llegada al área cuando España logró el gol salvador. Del Bosque debió tomar nota y ahora está obligado a actuar. Volver a la esencia del Barça es el camino para intimidar de verdad a la Francia más imprevisible.


lunes, 11 de junio de 2012

El modélico campeón


La pasión por su oficio y el amor por el tenis conforman el secreto de Rafa Nadal. El día que ha sumado su séptimo Roland Garros para entrar en la leyenda, batiendo el histórico récord de Bjorn Borg, hay que admirar, más que nunca, la capacidad del mallorquín para conservar intacto el espíritu de lucha . El que ya es uno de los mejores deportistas españoles de todos los tiempos se significa como ningún otro como un ejemplo de sacrificio, motivación y humildad, sabiendo preservar la erosión y el cansancio de estar siempre en primera línea. La privilegiada capacidad de superación de Nadal es su verdadero y excepcional talento, como el de Federer es la técnica y el de Djokovic es su fortaleza mental. Siempre el talento y la destreza van juntos, y también en el deporte. Y Nadal no sería el que es sin esa capacidad para trabajar realmente duro en cualquier situación, favorable o adversa, para intentar ser un poco mejor todos los días y aprender de los errores.

Nadal ya tiene más títulos de Roland Garros que nadie en la historia, y más victorias en París que Borg (52 por 49), la referencia de siempre. Posee ya 50 títlulos y el mismo número de victorias en Grand Slam (11) que el mítico  jugador sueco,  ya sólo superado por tres de los grandes mitos de la raqueta: Federer (16), el estadounidense Sampras (14) y el australiano Emerson (12). Ha logrado ser uno de los grandes nombres de la historia del tenis, pero lo increíble es ver que, recién cumplidos los 26 años, a Nadal no se le atisba un final a su ambición, ni tampoco parece que acuse el precio de la fama, el desgaste de los viajes o la autocomplacencia que muchas veces escribe el principio del abandono.

Nadal es el campeón modélico porque su virtuosismo va ligado a su esfuerzo, coraje y voluntad. Sabe, como los grandes pianistas, que sólo repitiendo escalas miles de veces se puede llegar a obtener y compartir después el inmenso placer de la música. Por eso Rafa sigue ilusionado como una promesa, repitiendo mecánicamente todos sus golpes en los entrenamientos, machacándose con su raqueta buscando la perfección, para poder vivir momentos tan sublimes como el de ayer en París.

domingo, 10 de junio de 2012

Italia vuelve a aferrarse a la ‘Juve’

En Italia se repite la historia y se persiguen los mismos sueños. Poco antes del 2006, la ‘Nazionale’, entonces entrenada por Marcelo Lippi, llegó al Mundial de Alemania salpicada por el escándalo del ‘calciopoli’ que terminó con el descenso de la Juventus a la Serie B. Aquel espinoso asunto del amaño de partidos alteró los cimientos del ‘calcio’, pero transformó el ánimo de la ‘squadra azzurra’ que fue capaz de sobreponerse y ganar el título mundial. También había sucedido así muchos años antes, en 1982, cuando Paolo Rossi, castigado con dos años de suspensión por un escándalo de apuestas, se convirtió luego en el máximo goleador del Mundial y en el jugador clave para que Italia conquistara el título. El fútbol italiano ha vuelto a vivir ahora un nuevo capítulo negro con otra investigación por fraude en las apuestas futbolísticas y arreglo de partidos, que provocó la salida de la concentración de Polonia del defensa Domenico Criscito. Una grave alteración en los planes del técnico Cesare Prandelli, que se ha tomado como un trampolín de impulso.

 Agarrados a la experiencia del pasado, los jugadores italianos han tratado de hacer oídos sordos a esa dolorosa investigación que ha vuelto a mancillar el ‘calcio’. Prandelli y la propia federación italiana han creado una barrera alrededor del equipo para que pueda ser capaz de dar lo máximo en las cuatro semanas del torneo. Y es lo que suelen hacer bien los italianos: competir, y hacerlo además cuando todo está en contra. Desde hace cinco días los italianos se han negado a hablar de otra cosa que no sea el partido frente a España. Y la ‘Nazionale’ amenaza ahora con volver a ser la Italia dura, competitiva y aguerrida de siempre.

La selección de Del Bosque se encontrará a un equipo imprevisible, que con Prandelli ha tratado de explotar variantes tácticas y un estilo distinto, con más querencia por el balón, del que tradicionalmente había tenido la ‘squadra azzurra’. Las bajas de Barzagli, por lesión, y Criscito, expulsado fulminanentemente de la concentración por el lío de las apuestas, están condicionando en la Eurocopa al seleccionador, que busca ahorra una táctica inédita ahora para sorprender a España. Del 4-3-1-2 habitual durante los dos últimos años, podría pasar al 3-5-2, con De Rossi incrustado entre los centrales para combatir a los creativos mediocampistas españoles. Es la alternativa que ha entrenado en la concentración. “Si no encontramos defensores para jugar con tres atrás, encontraremos un centrocampista, y de ese modo el inicio de las jugadas cambiará poco”, ha confesado sorprendentemente Prandelli, con la incógnita de cómo será ese semblante italiano, más defensivo, en el vital partido de debut.

En la Eurocopa, la Italia de Prandelli vuelve a ser, más que nunca, ‘bianconera’, de la Juventus. El campeón del ‘calcio’ aporta el núcleo duro de la selección, a seis jugadores claves en el juego de contención: el portero  Buffon, los defensas Barzagli, Bonucci y Chiellini; y los mediocampistas Pirlo y Giaccherini. Para un seleccionador que ha hecho bandera de un cambio de estilo contracultural para la ‘azzurra’, la vuelta a los orígenes y la tradición se justifica en las lesiones y los conflictos que han golpeado la estructura del combinado italiano.  “Los lesionados y las dificultades que hemos encontrado nos han hecho reflexionar”, ha espetado Prandelli, que sorprendió a España en el último amistoso que les enfrentó (2-1, en Bari, en agosto del año pasado). En el cambio de imagen y las variantes han influido también las derrotas en los últimos amistosos de preparación, especialmente el 0-3 ante Rusia. Y un consenso pactado entre técnico y jugadores para tratar de sacar partido de la experiencia y del dominio del estilo conservador que Italia maneja como nadie en las grandes citas. Con mucho en contra, Prandelli y sus hombres lanzan un aviso: “Italia volverá a ser protagonista en el Europeo”. 

martes, 5 de junio de 2012

La llama de Djokovic


La capacidad de resistencia de Novak Djokovic parece ilimitada. Es el signo de distinción del número uno del mundo, más rocoso, fuerte y osado que sus rivales en los puntos más decisivos. Para tumbar a ‘Nole’ no basta un buen tenis, como lo ha hecho hoy el francés Tsonga y antes lo hizo el italiano Seppi. Son necesarios otros aspectos mentales, la concentración, el pundonor, la rabia y el coraje llevados al límite.

Así ha vuelto a resistir Djokovic en París, aunque esté  jugando por debajo del estratosférico nivel del año pasado. A punto de caer, con cuatro bolas de ‘match ball’ en una encendida pista Phillipe Chatrier que empujaba decididamente a Tsonga, el serbio ha renacido con sus mejores golpes, agarrado a la convicción de los campeones, con un poder de intimidación que sólo tienen los elegidos.  Sobreviviendo a una pelea sin límites, Djokovic se ha acabado imponiendo en cuatro horas y 10 minutos a un Tsonga abatido, que no ha resisitido la entereza de su rival (6-1, 5-7, 5-7, 7-6 (6) y 6-1). El quinto set ya ha sido un paseo para el número uno, alargando así  la maldición que persigue a Francia en su Roland Garros. Nunca como hoy ha estado tan cerca, pero desde 1983, cuando ganó Noah, no hay forma de que un tenista francés se encumbre a lo más alto.

Se prepara otra enorme semifinal, Djokovic-Federer, quien también ha vivido su particular suplicio de cinco sets frente al argentino Del Potro. Es uno de los partidos esperados y el mejor escenario posible para examinar, de nuevo, hasta dónde puede llegar la fuerza mental del número uno, que ya no controla sus nervios como hace meses. Djokovic se muestra, de nuevo, humano. Grita, exclama y expulsa sus demonios como no hizo en su espectacular 2011, sus restos ya no son tan demoledores, ni la potencia de su ‘drive’ lleva a los rincones con la fuerza y precisión de antes. Es un ‘Nole’ con puntos débiles, pero que conserva la llama que le coronó como número uno: una invulnerable confianza y el coraje de morir en cada golpe.