Lo que peor han llevado los barcelonistas, a lo
largo de la compleja historia del club, son los engaños. Han sido bastantes los
presidentes, técnicos y jugadores que se han agarrado a las medias verdades o a
los silencios para justificar alguna de sus incomprensibles decisiones, con la
única finalidad de no ser impopulares. Todo
se tolera en el Barça menos la mentira, y uno de los que más lo pagó, por
la falta de transparencia, confusión y conflictos en que derivó su gestión, fue
el ínclito Joan Gaspart. Su mandato presidencial se recuerda por los socios
como uno de los peores, pese a que el dirigente ha dado muestras sobradas de
barcelonismo y pasión por el club.
Al socio y seguidor del Barça no le gusta que le
den gato por liebre, pero se muestra complaciente cuando se le razonan las
decisiones con argumentos. Desde que
Sandro Rosell tomó el relevo de Joan Laporta y trató de cambiar los hábitos
presidenciales, hay en el Barça una peligrosa falta de comunicación que
entorpece el sólido trabajo directivo. Pep Guardiola supo capitalizar a su
favor los agujeros comunicativos de la directiva y, mientras estuvo en el club,
los socios se sabían a salvo. Cuando hablaba Pep, en sus ruedas de prensa, se
sentían bien representados. Hablaba de todo, claro, diáfano y directo, y muchas
veces aceptaba, incluso, llenar el vacío presidencial. Durante ese breve periodo junto a Rosell, fue hasta diplomático con el
presidente, porque pudo airear sus muchas diferencias y no lo hizo,
anteponiendo el bien del club.
También Rosell debía hablar con contundencia, y no
lo hizo, cuando pudo justificar con claridad cómo se hizo el relevo de
Guardiola. Rompió una promesa, emborronó la despedida del técnico más triunfal
que ha tenido el Barça en toda su historia, y se arrogó la potestad de abrir un
nuevo camino, sin marcar claramente el rumbo ni limpiar los resentimientos. Así
las cosas, Rosell se ha dedicado a dejar
que los resultados le aliviaran la necesidad de dar explicaciones, pero ni él
ni sus directivos han sido capaces de aclarar toda la confusión que pende
sobre muchos temas del club, como el verdadero estado de la enfermedad de Tito,
la amenaza a Zubizarreta de dejarle sin colaboradores, los deslices técnicos
con la cláusula de Thiago –a punto de irse con Guardiola al Bayern— o el
recrudecimiento de las tensiones con el el expresidente Laporta y Johan Cruyff.
Los silencios permanentes de Rosell, justificados
siempre en la delegación de poderes, han provocado ahora la inesperada tensión
actual, avivada interesadamente por Pep Guardiola. Ha sorprendido que el diplomático extécnico del Barça cambiara su tono
para atacar de repente a la actual directiva, pero los motivos los conocen de
sobras el actual presidente y sus directivos, que no están haciendo nada para
el tan proclamado reto electoral de unir el barcelonismo. Algo se están
perdiendo los seguidores del Barça en un conflicto reabierto que durará toda la
temporada y quizá hasta las próximas elecciones. Todas las partes se están
posicionando. Cruyff y Laporta van juntos, y Guardiola se ha alineado junto a
ellos. Le toca hacerlo a Rosell, y debe
hablar ahora, para explicarse o justificarse, o simplemente para no caer en el
páramo de los engaños, del que ningún dirigente ha salido vivo en el Barça.
Publicado el 12-07-2013 en www.diariogol.com