Anuncian que Tito Vilanova está a
punto de regresar a su puesto de trabajo en el Barça después de una
convalecencia en Nueva York para tratarse de su enfermedad. Es una gran noticia la paulatina
recuperación del primer entrenador del Barça, que ha vivido estas semanas con
la paradoja de tener muy cerca –pero a
la vez muy lejos—al amigo de infancia y luego inseparable compañero de
viaje en los cuatro intensos años de aventura en el Barça. Las casualidades
hicieron que Vilanova realizara la recuperación del cáncer que padece en una
clínica de Nueva York, donde su amigo (o ya examigo) Guardiola decidió tomarse
un año sabático y huir de la ciudad donde conoció gloria y triunfos al lado de
Tito.
¿Qué ha pasado entre los dos?
Quizá es uno de los secretos que tendrá que aclarar Vilanova a su regreso, o en
algún momento tendrán que afrontar ambos para evitar las especulaciones. La
extraña situación de coincidencia en la misma ciudad donde Guardiola quería
alejarse y poner un punto y aparte en su etapa en el Barça ha propiciado que se ponga al descubierto la
constatación de una amistad rota. La
forma en que el club tomó la decisión de suplir a Guardiola y el silencio de
Tito en algún momento clave de aquella decisión abrieron un abismo entre los
dos inseparables amigos. Luego la distinta forma de valorar aquél momento
se ha ido llevando por delante la complicidad de sus muchos años de relación.
Los resentimientos han podido más
que las explicaciones, y los dos han optado por seguir su camino sin más. Ha
bastado un breve y cordial café entre Pep y Tito para guardar las apariencias,
interesarse por su salud y desearse suerte en el futuro. Pero no ha habido fotos, ni largos paseos, ni
tiempo para la reflexión mutua sobre sus largas vivencias, que haría entender
la estrecha unión que tuvieron ambos en el Barça, hoy desgastada por la
decepción. Guardiola no le guarda rencor a Vilanova porque aceptara la oferta del
Barça, aunque no le perdona que siguiera la estrategia de Zubizarreta y Rosell
para tapar, con aquella importante decisión, el protagonismo del extécnico azulgrana en la
rueda de prensa en la que comunicó su adiós. Aquellas formas le hicieron daño a
Pep y el disgusto le hizo olvidarse de los disfraces. Con el director deportivo y el presidente no
hay disimulo ni relación alguna. Ni siquiera se hablan.
Publicado en www.diariogol.com
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