sábado, 23 de marzo de 2013

Amistad rota


Anuncian que Tito Vilanova está a punto de regresar a su puesto de trabajo en el Barça después de una convalecencia en Nueva York para tratarse de su enfermedad. Es una gran noticia la paulatina recuperación del primer entrenador del Barça, que ha vivido estas semanas con la paradoja de tener muy cerca –pero a  la vez muy lejos—al amigo de infancia y luego inseparable compañero de viaje en los cuatro intensos años de aventura en el Barça. Las casualidades hicieron que Vilanova realizara la recuperación del cáncer que padece en una clínica de Nueva York, donde su amigo (o ya examigo) Guardiola decidió tomarse un año sabático y huir de la ciudad donde conoció gloria y triunfos al lado de Tito.  

¿Qué ha pasado entre los dos? Quizá es uno de los secretos que tendrá que aclarar Vilanova a su regreso, o en algún momento tendrán que afrontar ambos para evitar las especulaciones. La extraña situación de coincidencia en la misma ciudad donde Guardiola quería alejarse y poner un punto y aparte en su etapa en el Barça ha  propiciado que se ponga al descubierto la constatación de una amistad rota. La forma en que el club tomó la decisión de suplir a Guardiola y el silencio de Tito en algún momento clave de aquella decisión abrieron un abismo entre los dos inseparables amigos. Luego la distinta forma de valorar aquél momento se ha ido llevando por delante la complicidad de sus muchos años de relación.


Los resentimientos han podido más que las explicaciones, y los dos han optado por seguir su camino sin más. Ha bastado un breve y cordial café entre Pep y Tito para guardar las apariencias, interesarse por su salud y desearse suerte en el futuro.  Pero no ha habido fotos, ni largos paseos, ni tiempo para la reflexión mutua sobre sus largas vivencias, que haría entender la estrecha unión que tuvieron ambos en el Barça, hoy desgastada por la decepción.  Guardiola no le guarda rencor a Vilanova porque aceptara la oferta del Barça, aunque no le perdona que siguiera la estrategia de Zubizarreta y Rosell para tapar, con aquella importante decisión,  el protagonismo del extécnico azulgrana en la rueda de prensa en la que comunicó su adiós. Aquellas formas le hicieron daño a Pep y el disgusto le hizo olvidarse de los disfraces.  Con el director deportivo y el presidente no hay disimulo ni relación alguna. Ni siquiera se hablan. 

La estancia en Nueva York le ha servido a Guardiola para distanciarse de un periodo triunfal en el que quedó agotado, y también muy desilusionado con Vilanova.  Mientras recupera el tiempo con la familia y aprende inglés y alemán, ha puesto ahora su único punto de mira en su nuevo desafío con el Bayern  Múnich. En Alemania abrirá una etapa nueva, junto a su otro inseparable Manel Estiarte, para tratar de enfriar la tensión del pasado.  El tiempo acostumbra a curar todas las heridas, pero parece que este distanciamiento entre Pep y Tito va a ser irreversible. Cuando surge el reproche de la deslealtad nada puede volver a ser como antes.  Y sólo queda frialdad.

Publicado en www.diariogol.com

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