viernes, 25 de mayo de 2012

Una acertada despedida


Habrá un sitio en el pedestal de la historia del Barça para Pep Guardiola. Independientemente del resultado de la final de la Copa, su contribución al club, no sólo con los 13 títulos, sino con una idea del fútbol valiente y ambiciosa, evolucionada del legado de Cruyff, le deja en un lugar preferente entre los iconos del barcelonismo.  De entre las virtudes del Barça en estos cuatro años ha sobresalido,entre todas, la fe que ha exhibido el equipo en su modelo de juego y el convencimiento de todos los jugadores, titulares y suplentes, en aplicar ese estilo.  Este equipo cimentado por Guardiola ha convertido a casi todos sus rivales en mucho peores equipos de lo que realmente eran.  O los ha acorralado o los ha hecho recular por convicción, autoridad, solidaridad y esfuerzo. La herencia que deja Guardiola, en la noche de su despedida ante el Ahtletic, es justo esa, la implicación de todos y la permanente ambición del grupo.

Por el encanto de la apuesta, el fútbol del Barça ha trascendido las simples victorias, y esa es la difícil herencia que deberá gestionar Tito Vilanova, inmejorable como segundo, pero una incógnita como director de una etapa en la que deberán tomarse decisiones difíciles. Como jugador, Guardiola vio desintegrarse al ‘dream team’ y no ha olvidado los males que atacan a los equipos triunfadores. Por eso, la  tentación del abandono, por cansancio y desgaste, ha pesado más que la voluntad de exprimir a este grupo privilegiado de jugadores, que no siempre podrá ganar. Quizá nuestro tiempo ya pasó, ha pensado el técnico, para marcharse en la gloria antes que los resultados mancillaran el recuerdo de su gran ciclo. Ha hecho bien poniendo un punto y final, porque intuye a lo lejos las sombras que nadie ahora ve. Nada es para siempre, y mucho menos en el deporte. Como también hizo como jugador, Pep ha jugado a la contra, y ha sabido marcharse a tiempo.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Lo que insinúa Laporta

Ha vuelto a irrumpir Laporta en el entorno del barcelonismo, y parece evidente que con la clara intención de agitarlo otra vez. No es casualidad que ese calculado paso adelante del expresidente se haya producido justo ahora, con la marcha de su amigo Guardiola, el entrenador de los éxitos, en un momento en que se abre una inquietante transición en el Barça. Laporta no se ha escondido a la hora de calificar de "decisión de pánico" la elección de Tito Vilanova, ni para volver a lanzar acusaciones a la directiva de Sandro Rosell, pero más importante que lo que ha dicho es lo que se le ha intuido, porque dibuja nubes negras en el horizonte. El simple gesto de que haya roto su silencio habla por sí solo, y es lo que más inquieta.

Aburrido y algo ya desmotivado del mundo de política donde no ha logrado la incidencia y el espacio que pretendía en el nacionalismo catalán,  a Joan Laporta le vuelve a tentar la idea de recuperar la presidencia del Barça. Con el argumento a favor de que la huida de Guardiola le beneficia, porque abre un periodo de incertidumbres, Laporta reaparece para reforzar las carencias de la gestión de Rosell y denunciar el distanciamiento en muchos detalles internos del club con el mejor entrenador de la historia del Barça. ¿Se ha hecho lo suficiente para retener a Guardiola? Esa es una de las preguntas insidiosas de Laporta, que coloca en incómodo lugar a Rosell. Sobre todo, sabiendo como eran de malas las relaciones del presidente y muchos de sus dirigentes con Manel Estiarte --el amigo fiel y mano derecha de Guardiola en los asuntos del club--, al que apodaban despectivamente 'El Piscinas' y al que algunos no podían  ni ver. Lo que, además, insinúa Laporta es que esa convivencia no ha sido todo lo pacífica que se creía pese a los buenos resultados deportivos y que ese desgaste, además del cansancio, también ha tenido mucho que ver en la decisión del adiós de Pep.

Laporta ha explicado que medita presentarse en el 2016, e incluso que estaría preparado para un adelanto electoral si fuera necesario, pero es más preocupante lo que ha insinuado con su aparición: 1) Que seguirá desvelando "su verdad" para construir la paz del barcelonismo; 2) que las acusaciones del pasado y la acción de responsabildiad civil de la actual junta contra él y siete de sus directivos no están olvidadas; y 3) que aquella puñalada va a tener una respuesta en el resentimiento y las ansias de desquite, tanto de Laporta como de todo el potente entorno del 'ninguneado' Johan Cruyff.

 Sin el 'paraguas' de Guardiola para contener los golpes y asumiendo que es imposible volver a ganarlo todo, a Rosell le aguardan ahora tiempos difíciles. Parece que la paz institucional en el Barça volverá a ser una quimera.