La perfección en fútbol existe. No es frecuente que las mejores exhibiciones coincidan en una gran final, pero el Barça, exigiéndose cada día más, buscando el reto más difícil, lo logró ayer en Japón, con un recital extraordinario que le coronó como el mejor del mundo. Todos los clubs que se enfrentan a los azulgranas tienen que claudicar y asumir sus limitaciones, ante una brillante forma de jugar que anula las virtudes de los rivales. También le ocurrió al Santos que lidera el joven Neymar, que tuvo que agachar la cabeza tras la sublime primera media hora del equipo de Guardiola, en la que el juego de asociación de todo el Barça brilló más que nunca.
El Barça ganó con el corazón y con el sentimiento, con el Messi más inspirado y agarrado a la identificación de todos los jugadores con un estilo y una manera de entender el fútbol. Todos, desde Valdés a Fontás, a quien Guardiola también premió con unos minutos de la final, fueron una piña en torno a la idea del juego colectivo, la exquisitez técnica y el generoso compromiso en el campo para colocar al club en el pedestal de los más grandes. También fue una manera de responder a la desgracia de Villa, lesionado de gravedad, a quien todos querían ofrecer el título, el 13º en la etapa de Guardiola y la segunda Copa Mundial de Clubs, un logro histórico e irrepetible.
Conquistar el trono como mejor equipo del mundo con nueve jugadores de la cantera de La Masía es la obra añadida de este Barça colosal, que sigue cumpliendo con responsabilidad con todos sus retos, haciendo apología de la técnica y el esfuerzo. La exigencia y la ambición constantes tras haberlo ganado todo es lo que más trasciende del Barça de Guardiola, convertido ya en uno de los mejores equipos de la historia.
Publicado en Diario Público 19-12-2011