Igual que los alumnos de más talento, el Barça
supera todos los exámenes difíciles con apabullante solvencia. Es en los retos en los que se le exige el
máximo cuando brotan todas sus mejores virtudes. Esta vez sucedió en
Málaga, en condiciones adversas, rival reputado y campo en malas condiciones, y
en un momento en que era cuestionada su supervivencia en la Copa, pero ya viene
siendo un desenlace habitual que, con todo en contra, irrumpa la airada
reacción de sus jugadores, más audaces, imprevisibles y ambiciosos que nunca.
Ante la tensión, el nuevo Barça no se arredra. Al contrario, se autoimpone más
riesgo y valentía.
No es bueno
que la calle dude, ni que lance el interrogante sobre si, como el invencible
Aquiles, el gigante blaugrana puede tener un punto débil. Vista la ferocidad con la que reaccionaron los
jugadores del Barça, al menos quedó claro el carácter indómito de un equipo que
está revolucionando su propio estilo de juego alejándose de la obsesiva
seguridad y control que le caracterizó. Al
Barça de Vilanova y Roura le gusta la improvisación, genera estudiados
desequilibrios, busca el ímpetu y el descontrol, y esa es la manera con la que
los técnicos están alimentando este año los nuevos desafíos.
Si
Guardiola fue un maestro en aplicar el control estricto del ritmo de los
partidos, obligando a los jugadores a dominar con disciplina todas las
posiciones, en la nueva etapa domina el atrevimiento. Hay cierta liberación en
las nuevas bases del estilo de juego, bajo
la consigna de imprimir más ritmo, mayor velocidad y mucho más riesgo. Es
un grado más en la evolución del estilo, que en la defensa lo ilustra Piqué,
liberado para lanzarse a atacar y hasta marcar un gol como delantero centro, y
en el ataque se concentra en Cesc Fábregas, convertido en un futbolista
omnipresente.
Piqué
y Cesc representan la notable evolución del Barça, su nuevo paso adelante, y casualmente
fueron ambos dos de los jugadores con los que Guardiola no acabó de congeniar
bien.
Con ellos, Vilanova se ha atrevido a hacer un Barça más descontrolado --lleva
37 goles encajados en 34 partidos y ha encajado 8 goles en los últimos 4--, sin
el control de los ritmos que tenía antes ni tanta autoridad, pero abrumadoramente
letal. Un equipo imparable por su conjunción, convencimiento y capacidad para asociarse
hacia el gol.
Publicado en www.diariogol.com