domingo, 27 de enero de 2013

La belleza del riesgo



Igual que los alumnos de más talento, el Barça supera todos los exámenes difíciles con apabullante solvencia. Es en los retos en los que se le exige el máximo cuando brotan todas sus mejores virtudes. Esta vez sucedió en Málaga, en condiciones adversas, rival reputado y campo en malas condiciones, y en un momento en que era cuestionada su supervivencia en la Copa, pero ya viene siendo un desenlace habitual que, con todo en contra, irrumpa la airada reacción de sus jugadores, más audaces, imprevisibles y ambiciosos que nunca. Ante la tensión, el nuevo Barça no se arredra. Al contrario, se autoimpone más riesgo y valentía.

 No es bueno que la calle dude, ni que lance el interrogante sobre si, como el invencible Aquiles, el gigante blaugrana puede tener un punto débil. Vista  la ferocidad con la que reaccionaron los jugadores del Barça, al menos quedó claro el carácter indómito de un equipo que está revolucionando su propio estilo de juego alejándose de la obsesiva seguridad y control que le caracterizó. Al Barça de Vilanova y Roura le gusta la improvisación, genera estudiados desequilibrios, busca el ímpetu y el descontrol, y esa es la manera con la que los técnicos están alimentando este año los nuevos desafíos.

 Si Guardiola fue un maestro en aplicar el control estricto del ritmo de los partidos, obligando a los jugadores a dominar con disciplina todas las posiciones,  en la nueva etapa domina el atrevimiento. Hay cierta liberación en las nuevas bases del estilo de juego, bajo la consigna de imprimir más ritmo, mayor velocidad y mucho más riesgo. Es un grado más en la evolución del estilo, que en la defensa lo ilustra Piqué, liberado para lanzarse a atacar y hasta marcar un gol como delantero centro, y en el ataque se concentra en Cesc Fábregas, convertido en un futbolista omnipresente.  


Piqué y Cesc representan la notable evolución del Barça, su nuevo paso adelante, y casualmente fueron ambos dos de los jugadores con los que Guardiola no acabó de congeniar bien. Con ellos, Vilanova se ha atrevido a hacer un Barça más descontrolado --lleva 37 goles encajados en 34 partidos y ha encajado 8 goles en los últimos 4--, sin el control de los ritmos que tenía antes ni tanta autoridad, pero abrumadoramente letal. Un equipo imparable por su conjunción, convencimiento y capacidad para asociarse hacia el gol.


Publicado en www.diariogol.com

sábado, 19 de enero de 2013

Las razones de Valdés


Nada es para siempre y menos en el fútbol, y esta vez Víctor Valdés nos lo ha recordado con crudeza, dejando de lado cualquier tentación al sentimentalismo. El portero indiscutible del Barça, adonde llegó con 10 años, ha roto la armonía y le ha comunicado al club que no quiere renovar su contrato, que expira en junio del 2014. Se lo ha dicho a los representantes de la directiva sin entrar a negociar, sin valorar siquiera la nueva propuesta del club, y ha escrito un breve comunicado para trasladar su decisión a los medios de comunicación., Frío, distante y calculado, así lo quiere Valdés, sin lágrimas ni tristeza por una decisión estrictamente personal.

A partir de ahora, después de 10 temporadas de éxitos ininterrumpidos, Valdés pasará a estar en el ojo del huracán de la afición. Será así por la manera individualista con que ha decidido romper la cuerda. El portero de Gavà tiene todo el derecho a querer marcharse del Barça, y de hecho, la presión que conlleva el puesto y las exigencias económicas que siempre ha planteado para equipararse a los que más cobran instan también a preguntarse por qué no lo ha hecho antes. Sin embargo, el momento elegido es muy perjudicial para todos. Habla de una posición poco generosa con el club que se lo ha dado todo e, inevitablemente, esa frialdad con la que ahora Valdés le paga al Barça le va a hacer daño. La primera reacción es obvia: las sospechas que pueden abrirse sobre su rendimiento aconsejarán al Barça vender forzosamente a su portero a final de esta temporada.

Se dice que Valdés dejará a partir de ahora de ser querido por el barcelonismo. La realidad, cruda y sencilla, es que nunca lo ha sido. Es decir, no se le ha valorado como a otros. Si jugadores formados en la cantera como Puyol, Xavi, Busquets, Iniesta, Pedro, o el propio Messi, siempre han contado con el calor y apoyo de la afición, con el portero no ha ocurrido lo mismo. El fuerte carácter de Víctor Valdés, alguna salida de tono en las declaraciones y su tendencia a estirar la cuerda en todas las negociaciones ha forjado un clima de desencuentros y pequeñas polémicas que los socios del Barça no han olvidado en sus valoraciones. A Valdés se le ha aplaudido, sí, pero tanto como se le ha discutido. Y muchas veces de manera injusta. Lo que parece es que el portero de Gavà se ha cansado de ese entorno viciado y quiere volar, en sus palabras “a probar otras culturas y otro fútbol”.

¿Tiene motivos Valdés para elegir este momento para anunciar su marcha? Probablemente sí, y ciertas fuentes aseguran que lleva tiempo rumiando el adiós, instado por los petrodólares rusos y dolido por el escaso tacto que la directiva ha tenido con él. Valdés se ha cansado y quiere irse para probar otros retos, pero sus razones son, sobre todo, económicas. Su marcha debe entenderse como el fin de todo ciclo. No hay esta vez lazos sentimentales que valgan. No los quiere el jugador y los van a olvidar pronto el club y  la afición, obligados ya a pensar en otros porteros. Lo único que debe desearse, para quien ha sido un ejemplo de profesional, es que Valdés tenga una buena despedida.


Publicado en www.diariogol.com

viernes, 4 de enero de 2013

El desgaste de Nadal

Rafa Nadal, entrenando junto a su tío Toni.

Desde que Rafael Nadal sumara su séptimo Roland Garros, la carrera del mallorquín ha estado salpicada de infortunios y problemas, y a la vez de un gran desgaste. Después de perderse toda la segunda parte del año por lesión, cuesta saber cuando podrá volver a su nivel y a pelearse en las pistas con Djokovic, Federer, Murray y Ferrer. El anuncio de su baja para el Open de Australia (14 al 27 de enero, en Melbourne), además de toda la gira asiática, tras aducir un proceso vírico que ha complicado su puesta a punto, abre un nuevo interrogante sobre la recuperación del ídolo español. Uno más a las dificultades que presenta su vuelta al circuito y la presión que tendrá  para recuperar el terreno perdido.

La prudencia y cautela de Nadal hablan por sí solas de la carga anímica que está obligado a soportar cuando vuelva a pisar una pista en un torneo oficial. Ahora se programa para Acapulco, en el inicio suramericano de la temporada de tierra. La realidad es que no hay prisas, y el exnúmero uno del mundo debe volver cuando se encuentre realmente bien, y en condiciones de dar el máximo. Esa es la mejor estrategia y planificación posible, porque todo lo contrario supone un desafío innecesario, cuando por el camino son inevitables los tropiezos, y más en el exigente mundo del tenis. Y ya se sabe que las derrotas abren el negro proceso de las críticas y la inseguridad.

Quienes están cerca de Nadal confirman que no le obsesiona volver a ser el número uno, pero que sí se exige a sí mismo recuperar el nivel de juego sobre arcilla, con el que ha llegado a lo más alto y a ganar siete Roland Garros. Ese nivel depende directamente de que su físico esté en plenitud y que lo consiga o no dependerá de sus rodillas. Todos los controles médicos auguran a Nadal una necesaria protección para la segunda parte de su carrera. Para calibrar la enorme exigencia del circuito profesional, entre viajes y torneos encadenados, sólo hay que mirar el cuadro de los 50 mejores de la ATP, donde los jóvenes más prometedores no logran la regularidad necesaria para asentarse y tomar el relevo.


Uno de los mejores entre las promesas es el australiano de origen croata Bernard Tomic, de 20 años, que no cierra el año entre los 50 mejores jugadores del circuito. Aunque ha ofrecido destellos de su gran calidad durante el 2012, está teniendo muchos problemas para asimilar el desgaste y confirmar en las pistas las grandes expectativas que despierta su tenis. Es lo mismo que le ocurre a otros jóvenes talentos, que han destacado mucho como júniors --es el caso del búlgaro Grigor Dimitrov (21 años y 48ª del mundo) o del estadounidense Ryan Harrison (20 años y 62º)--, pero incapaces todavía de discutirles las plazas y desbancar a la generación de los 80). Las raquetas más prometedoras no pueden todavía con la fuerza mental de los grandes consagrados, que resisten, como Nadal, Federer o el ejemplar David Ferrer, gracias a enormes sacrificios y a exprimir el valor de la experiencia y la madurez. Pero también, como ahora se ve en Nadal, a una calculada y metódica vigilancia médica del desgaste de su cuerpo para defender los privilegiados puestos del ranking. 

Publicado en www.diariogol.com