El halago a veces debilita y eso le ocurrió al Barça tras subir a lo más alto en Milán. Avisado estaba el equipo del esfuerzo mental que requería el desplazamiento a Getafe, un partido que exigía gran concentración, correr y luchar sin desmayo. Tras los elogios recibidos por el gran fútbol exhibido en San Siro, Guardiola le tenía miedo al partido de Getafe, y no se equivocó, porque no se vio a un Barça indomable. Tras las grandes subidas llegan a veces resbalones inesperados, y eso es lo que le ocurrió ayer al Barça, incapaz de hacerle un gol a un equipo que, asumiendo su inferioridad, se limitó a cerrar espacios y a defenderse, con la suerte de encontrar un gol a la salida de un córner. Una concesión que le costó la derrota.
El inconformismo de Guardiola por adaptarse a las exigencias de cada rival le mueve a no acomodarse con el buen funcionamiento de su equipo. Pero no todos sus inventos tácticos ni las nuevas estrategias surten el mismo resultado, y algunas de las ausencias de ayer, como la de Cesc –reservado en la grada por unas molestias—se notaron en exceso. Ayer en Getafe el Barça volvió a probar los cambios de posiciones, pero esta vez le fallaron las fuerzas, la concentración y una mentalidad ganadora que ayer no se vio. El buen funcionamiento de la delantera del Barça depende de la sincronización y la búsqueda constante de los espacios que, con Messi, le convierten en un equipo casi imparable. No se le vio así en Getafe, donde el cansancio y la falta de profundidad le condenaron a una derrota dolorosa.
Publicado en Diario Público 27-11-2011
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