Por primera vez el Barça de Guardiola ha encadenado dos
derrotas consecutivas y, por primera vez, la frustrante victoria del Madrid en el Camp Nou ha ido acompañada de la sensación de que Guardiola
también se equivocó esta vez. En la
táctica y en la selección de los jugadores para buscar los puntos débiles del
Madrid, que supo sorprender a los azulgranas agarrado sólo a una buena defensa y un
contragolpe certero. Con sus marcajes y la reducción de espacios, Mourinho
agudizó, más que nunca, la ‘Messidependencia’ que sufre el Barça (41 goles) y que se está notando en los momentos clave de
la temporada. El segundo jugador con más acierto en el remate es Cesc Fábregas
(15), y ayer Guardiola optó por dejarle en el banquillo. Mal síntoma que un
jugador fichado para ser decisivo quedara relegado a la suplencia el día más necesario, en el que te juegas la Liga.
Lo que pasa con Cesc sólo lo sabe Guardiola, pero es un negro indicativo
que el entrenador decidiera prescindir del jugador que más y mejor entendimiento
tiene con Messi. De esa buena sintonía salieron los mejores partidos del Barça
en esta temporada. Es una realidad que Cesc ha ido bajando su rendimiento en la
misma medida que el entrenador ha ido cambiando su posición permanentemente.
Unas veces le ha alineado como falso delantero y en otras ha preferido ajustar el
dinamismo del centrocampista al juego de posición como interior, que incomoda
más a Cesc y con el que se pierde su efectividad como llegador desde la segunda
línea. En Londres, Cesc no estuvo
acertado y falló dos remates de gol, pero fue el mejor jugador en asistir a los
delanteros cuando el equipo buscaba espacios por donde profundizar. Frente al
Madrid se requería justo eso: clarividencia, intuición, verticalidad,
asociación, remate, todo lo que no tuvo el equipo y podía ofrecer Cesc, que sólo saltó
al campo faltando diez minutos.
La derrota frente al Madrid deja ahora una doble herida. Por
un lado, tira por la borda el esfuerzo de toda la temporada en la Liga, y abre
dudas, hasta ahora desconocidas, sobre el potencial del equipo cuando Messi no
está y sobre las hasta ahora incuestionables decisiones de Guardiola. Los tristes rostros de Cesc y
Piqué –otro damnificado de los cambios, apartado en los dos últimos partidos,
cuando empezaba a coger la forma de nuevo— reflejaron ayer la imagen de desconcierto
e inesperada impotencia del Barça que, cuando no marca Messi, no encuentra
respuestas en el campo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario